¿Es -o puede ser- el cómic una herramienta política?
Esta pregunta es compleja, no tiene una respuesta única, y es fácil ampliarla desde el cómic a todos los medios de entretención masiva. Baste recordar el odio parido que Hitler le tenía a un personaje tan simple e inocente como Mickey Mouse y sus cortos animados.
Comencemos por lo más simple y conocido: el cómic de superhéroes. Superman y Batman, los personajes primigenios del género, son entidades completamente políticas, aunque muchas veces se les trate de reducir a la simple caricatura que se supone que son.
El azuloso es la encarnación del sueño americano como país: el poder absoluto, la potencia más letal del orbe, capaz de resolver cualquier problema de una pincelada. De hecho, Superman lucha por la verdad, la justicia y el sueño americano. El mismo presidente actual de los yanquis, Barack Obama, ha aparecido en dibujos caracterizado como el héroe, tratando de impulsar alguna reforma un tanto difícil.
Por otro lado, todos quienes hemos leído a Batman hemos tenido que escuchar el principal argumento en su contra: fascista (el mismo Frank Miller lo dijo en su Dark Knight Returns). Mal que mal es un tipo que está por sobre las convenciones sociales para aplicar su propio concepto de justicia, por sobre el aparato legal establecido.
Podríamos seguir en la otra editorial grande. ¿Captain America? Una versión del azuloso con menos poderes pero que encima es soldado. ¿Iron Man? El epítome del capitalismo, un tipo tan pero tan rico que pudo convertirse él mismo en un ejército de un solo hombre. ¿Hulk? Las infinitas posibilidades que la ciencia ofrecía en los ’60 no estaban exentas de riesgos. ¿X Men? Los conflictos raciales, pero representados con Homo Sapiens Sapiens y Homo Sapiens Superior.
¿No me creen? Entonces, ¿por qué en países totalitarios socialistas como Cuba y Venezuela el cómic “americano” está prohibido? Si eso no quiere decir que estos personajes tienen un peso ideológico y político que discrepa de los gobiernos de turno de dichos países, entonces yo no entiendo absolutamente nada.
Y eso, solamente con el cómic más básico y simple: el de superhéroes.
Pero, ¿qué pasa con cómics que realmente tienen una intención política ex profeso? ¿Qué ocurre cuando un autor o autores quieren referirse a un punto en particular, aun problema, a una situación?
Sin ir más lejos, hace unas semanas recomendaba en otro sitio la lectura de Fun Home de Allison Bechdel, un cómic autobiográfico de una niña que se descubriría lesbiana y la relación con su padre, un gay no asumido. Y ese es solo un ejemplo, acotado a un tópico particular. Pero hay muchísimos más. Revisemos algunos ejemplos dignos de leer:
Maus – Art Spiegelman
Esta obra maestra del cómic, única pieza del género que ha ganado el premio Pulitzer, es la explicación más simple posible de una historia tan horrorosa como el holocausto. Cada raza o país es representado por animales antropomorfizados: los judíos por ratones, los nazis por gatos, los polacos por cerdos, los yanquis por perros, y así sucesivamente. El motor de la historia es Vladek Spiegelman, el padre del autor, quien cuenta su vida desde su juventud como un judío acomodado en la Polonia pre-guerra, hasta los campos de concentración en Auschwitz y más allá. Desconozco si hay algún libro formal que pueda explicar de mejor manera este tema, pero lo dudo. Maus es un libro perfecto para enseñar a las nuevas generaciones de qué hablamos cuando hablamos del holocausto.
Persépolis – Mariane Satrapi
Usted. Si, usted que lee. ¿Sabe por qué Irán es un país tan cerrado religiosamente? ¿No? Déjeme contarle: a comienzos de los ’70, Irán era uno de los países más modernos y progresistas del medio oriente. Tal y como lee. Las mujeres usaban faldas, iban a cara descubierta, y podían estudiar en las mejores universidades del país. Eso, hasta que los fundamentalistas islámicos se hicieron con el gobierno y todo volvió a ser medieval, principalmente para las mujeres. ¿Quiere saber más? Simple, lea Persépolis, una novela gráfica autobiográfica en la que Mariane Satrapi cuenta, de primera mano, cómo fue para ella enfrentar este cambio en su país siendo una niña (y teniendo que huir en busca de horizontes más libres).
PyongYang – Guy Delisle
Sobresimplificando, Corea del Sur es Samsung, Daewoo y Psy con su Gangnam Style, mientras que Corea del Norte es Kim Joong II y su amenaza permanente de bombaldeal a los amelicanos. Pero, ¿qué hay más allá? La única información que sale de Corea del Norte es la que el régimen aprueba, no hay internet, no hay televisión abierta, y prácticamente no sabemos nada de primera mano de lo que pasa dentro del país. Sin embargo, Guy Delisle tuvo que viajar, encargado por la empresa de animación en la que trabaja, para supervisar un subcontrato allá. Y si bien no pudo grabar nada, lo dibujó todo. Y esta es su visión, de primera persona, de cómo es la vida en Corea del Norte.
Downtown – Noel Lang y Rodrigo García
¿Conoce usted a alguna persona con Síndrome de Down? ¿Tiene una persona Down en su familia? ¿No? ¿Le gustaría entender cómo son, cuál es su especial manera de pensar? Entonces, lea este cómic, elaborado a partir de una tira publicada en internet, que narra las aventuras de Blo, un chico con Síndrome de Down, y sus amigos. Aunque no lo crea, la introducción al mismo fue escrita por Vicente del Bosque, DT de la selección española campeona del mundial de fútbol 2010. Un cómic. Dibujitos. Que le pueden permitir a usted, o a cualquiera, entender a una persona Down como ningún estudio podría.
Y estos son apenas cuatro ejemplos. Hay más. Muchos más. Los invito a buscarlos y a leerlos. A analizarlos. Y, por qué no, a hacer el análisis pertinente y llegar a las conclusiones que cada uno estime. Porque, al final del día, un buen cómic político (como un buen libro) cumple… si te hace pensar.
Adelante estudios.
Por Víctor Gutiérrez.
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